La euforia se transforma en notas musicales, nos acaricia, nos hace vibrar y nos arrastra sin remedio al vaivén de la noche salmantina.
Sentimos nuestros cuerpos flotar al compás de la guitarra y nos perdemos sin quererlo en esos acordes. Nos miramos, reímos y no dejamos de bailar mientras estribillos pegadizos salen de nuestros labios y cual grupies coreamos las canciones preferidas.
Aplausos contenidos entre cuatro paredes, cervezas ya vacías en la barra, la noche acaba de empezar.
Que nadie te dice nada porque te escondas en mi almohada
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